A lo lejos...

Anoche buscando entre carpetas, libros, cajas y cajones. Hurgando entre hojas amarillentas, dibujos viejos y recortes de diario, di con un sobre de fotos. Las primeras fotos que revelamos con nuestras manos, en un curso de fotografía de la U.B.A. en 1997. Ella y yo.

Lejos de ser buenas o malas tomas del Jardín Botánico y de Puerto Madero respectivamente… al fijar la vista en ellas me sentí transportado a la ahora lejana Buenas Aires. Sin buscar en mis bolsillos falsas ecuaciones, ni tratar de capturar con exactitud su fecha. Han pasado poco más de once años desde ese instante. Desde ese mendrugo de tiempo congelado por el obturador de la cámara fotográfica, hasta que mis dedos hicieran lo suyo trasladando este pensamiento transformado en recuerdo y rescatado en este espacio. Y aún así siento el sol de ese día, respiro palpitando nervioso antes de apropiarme de esa imagen.

El tiempo es ese instante, tan efímero y eterno.

El tiempo es esa consecuencia de intervalos que confabulados se transformaran en un futuro recuerdo. Puede ser un segundo, un minuto o tal vez una hora, todo se resume en una imagen que sin más explicaciones nos empuja suavemente a revivir ese momento.

Ya lo dijo Jorge Luis Borges “Nuestra sustancia es el tiempo, estamos hechos de tiempo. Aunque en todo caso el tiempo es más real que nosotros”.